¨A ejemplo de San Francisco, veneremos sobre todas las cosas a Jesucristo presente en la Eucaristía, ofrezcamos con El a Dios Padre nuestra persona y acciones y oremos frecuente y devotamente ante El, centro espiritual de la freternidad¨(Const. 48,5).
Nosotros, a veces, lo esencial lo damos por supuesto y lo dejamos un poco de lado, y en lo que es accidental solemos pasar demasiado tiempo ocupados.
Quien abraza el tronco abraza todo y se siente seguro, el que pisa en las ramas tiene sólo una pequeña parte y los cimientos movedizos.
Dios es el único infalible y seguro, y las criaturas de este mundo todas son falibles y débiles ramas.
Misteriosamente, pero realísimamente en la Eucaristía está: Toda la Sabiduría, toda la Belleza, toda la Felicidad, todo el Poder y todo el Bien.
El Señor, que tanto nos ama, a quien por la fe y el amor le sigue seguro, lo saca de todo apuro y sus misericordias le derrama.
Acudamos siempre con la oración al tronco inmovible que es Jesucristo, Dios y hombre verdadero, el cual noche y día vive en el Sagrario para enriquecernos con sus dones,-y también en cada persona que sufre está esperando ser consolado por los que nos decimos cristianos -y no nos preocupemos de buscar consuelo en las inseguras ramas.
Pensemos que Dios lo puede todo y recordemos con frecuencia que el Señor incesantemente nos ama con amor infinito. Eso nos moverá a corresponderle, acrecentará nuestra esperanza y viviremos contentos deseando sólo cumplir la divina voluntad, en cumplirla está la santidad.
Con la ayuda de la Santísima Virgen digamos siempre al Señor: ¨He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra¨.
hay un refrán que dice: ¨dime con quien andas y te diré quién eres¨.
El Papa Juan Pablo II en una de sus enseñanzas dijo algo parecido, que supongo será un refrán polaco: ¨a la persona se la mide por lo que ama, dime cual es tu amor y yo te diré quien eres¨.
Uniendo los dos refranes el resultado no puede fallar. Que nuestra compañía, unas veces de cerca y otras de más lejos, sea siempre la Santísima Eucaristía, y nuestro amor íntegro para Jesús sacramentado. Así, poco a poco, la más excelente de las compañías y el mejor de los amoers, nos harán de Cristo prolongadores.
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