Nuestra vida con Dios sea de dos intensamente enamorados, ¨hoy te quiero más que ayer y mañana más que hoy¨. Siempre y sin cesar creciendo en el amor, cada instante más unidos con el Señor, hasta tener una sola voluntad, la divina.
Mientras vivimos en esta vida es tiempo de crecimiento: en la verdad, el amor, en todo bien... sin que podamos decir nunca: ya hemos llegado a la perfección total; la plenitud nos está reservada para la otra vida, la vida eterna, cuando Dios será todo en todos.
Sólo Dios, sólo Cristo es fuente de verdad, de Amor, de todo Bien... Nosotros para crecer en el bien, en la verdad, el amor y en todas las virtudes divinas necesitamos dejar que Dios nos penetre. ¨Abrir las puertas a Cristo¨es la frase que gusta repetir el Papa Juan Pablo II. Y la forma de abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo, a nuestro Dios y Señor, es quitando todo impedimento. Que mi soberbia vaya disminuyendo y así podrá ir entrando en mi corazón la humildad de Jesús, y en la medida que muera a mis criterios podré tener los criterios de Cristo Jesús.
Como un submarino sumergido en el océano está rodeado de aqua que sin cesar presiona para entrar en él; así nosotros, y muchísimo más, estamos rodeados por el amor de Dios que puja sin cesar para entrar en nuestro corazón.
Luchemos sin descanso para tener un corazón vacío de vanidades e ilusiones caducas y miremos ¨al que inicia y completa nuestra fe¨; como lo hizo la Virgen María. Ella se unió al sacrificio de su Hijo ofreciéndose a sí misma juntamente con Cristo. Por su ¨sí¨ pleno y continuo a Dios es nuestro model perfectísimo. Agradecidos con nuestra Madre seamos la prolongación de su ¨sí¨ a nuestro Dios y Señor.
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