La Eucaristía, ¨fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana¨, bien merece que le dediquemos: Todo nuestro tiempo, todas nuestras energías, todos nuestros talentos y todo nuestro amor.
Cada día, la mitad del tiempo como preparación a la Eucaristía y la otra mitad para la acción de gracias.
Si cuando salimos de viaje no se nos suele olvidar el dinero para sacar el billete o para pagar la gasolina, mucho mayor interés debemos poner cada día en acompañar a Jesús en la Eucaristía -desde el lugar que sea, pues para en todas nuestras tareas y ocupaciones le agrademos al Señor, caminando sin cesar, venciendo todas las dificultades que se nos presenten, hasta llegar a la plena y eterna felicidad. Felicidad que en tanto llevamos buena dirección ya empezamos a gustar un poquito dentro de nuestro corazón.
¨Participemos plena, consciente y activamente del sacrificio eucarístico, en el que celebramos el misterio pascual de Jesucristo hasta que El venga, ofreciéndonos sin reserva a fin de que nos reciba enteramente quien por entero se nos ofrece¨(Const. 48 1).
Cristo nos da todo: Su Padre por Padre nuestro, su Madre por Madre nuestra, su Cuerpo para comida y su Sangre en bebida y nos tiene un puesto preparado para que gocemos todos inmensamente y para siempre a su lado.
¨Examinaos si os entretenéis más ante el tabernáculo o ante el televisor, en leer y meditar la Palabra de Dios o en ojear periódicos y revistas inútiles o ligeras¨(Carta del padre General a todos los hermanos de la Provincia. Roma 27-2-1987).
A Jesucristo que nos quiere tanto que no puede querernos ya más, entreguémonos totalmente, y como María la esclava del Señor, tratemos de estar siempre pensando en El, olvidándonos de sí mismo y cuidando con amor creciente los intereses de Cristo Jesús, teniéndolos por nuestros únicos intereses.
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