Gracias Señor, por todos tus beneficios, en especial por la Eucaristía, y por haber venido ahora a nuestro corazón. Nos unimos a la acción de gracias de vuestra bendita Madre, y por gracia tuya también Madre nuestra, la Santísima y siempre Virgen María. Con Ella te decimos: ¨Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador: porque ha mirado la humillación de su esclava¨.
Con María reconocemos que todo el bien procede de Ti, que Tú lo puedes todo, lo sabes todo, y nos amas a todos y a todas con amor puro, eterno, infinito. ¨Tú eres el Bien, sumo Bien, total Bien¨. ¨Tú eres la Fuente única, inagotable, infinita de toda felicidad, gracias porque todo lo has dispuesto para gloria tuya y bien nuestro.
Tú estás en el Sagrario noche y día esperando vayamos a visitarte, a recibirte cada día, con el deseo de que nos dejemos transformar en Ti por participación, colaborando contigo para que vaya muriendo en nosotros todo lo que tenemos contrario a tu divina voluntad, dejando que nos penetren tus sentimientos, tus mismos ideales, hasta llegar a tener tus propios intereses por nuestros únicos intereses. También estás en el pobre, en el enfermo, en toda persona necesitada de ayuda en el cuerpo o el espíritu. Ahí, en todo necesitado, estás esperando siempre nuestra ayuda.
Virgen María, enséñanos y ayúdanos a hacer como Tú, de nuestra propia vida, una continua acción de gracias a Dios.
Queremos mirar con tus ojos, hacer todo con tus mismas intenciones, trabajar con tus manos, que toda nuestra actividad, unida a la tuya, sea para colaborar con tu Hijo Jesús, Dios todopoderoso y Hombre verdadero, Uno y Trino.
Señor Nuestro Jesucristo, con María queremos amarte y vivir en su purísimo corazón. Así, aunque nuestro amor sea raquítico, el amor de tu Virgen Madre suplirá lo que nos falta, su pureza será la nuestra y podremos verte por donde quiera que vayamos, ya que tu palabra no puede fallar. ¨Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios¨.
Hermanos y hermanas, como María, debemos hacer de toda nuestra vida una contunua acción de gracias al Señor. Pero tenemos que reconocernos pecadores, sin que por ello nos desanimemos. Cuando pecamos robamos gloria a Dios, pero al arrepentirnos y pedirle perdón con humildad le devolvemos la gloria robada, y si el arrepentimiento es mayor que fue la falta aun quedamos con ganancias.
En las pruebas, y siempre que sintamos demasiado pesada nuestra cruz, en vez de pedir que nos quite peso el Señor, pidámosle más fuerza, ya que con su ayuda todo es posible.
Prolonguemos el ¨sí¨de María aquí en la tierra, y digamos con su ayuda en toda dificultad: ¨Hágase tu voluntad, aquí está tu esclava¨.
¡Sálvanos a todos Señor! ¡Que ninguna persona deje de verte y gozarte por toda la eternidad!.
¨La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios¨.
¨Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero¨.
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