Tuesday, March 10, 2009

D4. Vivificados por los Sacramentos: Vivir y guardar los mandamientos cristianos






¨El que recibe mis preeptos y los guarda, ése es el que me ama; el que me ama a mi será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él¨(Jn 14, 21).

Jesús nos enseña y nos manda amar lo que El ama: el Padre y los hombres.  El amor al Padre en la obediencia voluntaria y libre, ël Padre me ama porque yo hago siempre lo que le agrada¨(Jn 8,29). ¨Mi alimento es hacer su voluntad¨(Jn 4,34), y para conocer la voluntad del Padre dedica largas horas y noches enteras a la oración a escuchar al Padre¨y pasó la noche orando a Dios¨(Lc 6,12).

Y le obedece al Padre todos los días, continuamente, hasta en los momentos más amargos de su vida ¨Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya¨(Lc 22,42).

La fuerza para obedecer en todo momento venciendo pequeñas y grandes dificultades, incluso entregar la propia vida pasando por la muerte más temida y más ignominiosa, la saca de la oración, por eso después de orar les dirá a los discípulos con naturalidad, lleno de paz y conformidad con lo que se le avecina: ¨Levantaos, vamos;  ya llega el que va a entregarme¨(Mt 26,46). Y es por eso que después en toda la pasión le vemos tan sereno y dueño de si mismo, olvidado de su persona y pendiente de los demás. ¨Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos¨(Lc 23,28). ¨Padre, perdónalos, porque no saben lo que hace¨(Ibid. 23,34).

Aunque un hombre o mujer haya obedecido a Dios durante su vida si al final de ella no le obedece y cambia de amo, de nada le servirá todo lo anterior, nunca jamás será Dios su Padre.

Cristo Jesús fue fiel siempre, su entrega definitiva e irreversible, su abandono total, sin posible retroceso, en las manos amorosas y omnipotentes del Padre, lo realizó en el último momento de su vida. ¨Padre, en tus manos entrego mi espíritu; y diciendo esto, expiró¨(Ibid., 23,46).

Sin separarse del Padre, sin dejar de amarle, Jesucristo dedicará toda su vida a servir y amar a los hombres. Precisamente ese ejercicio a favor de todos los hombres demostrará que ama de veras al Padre, ¨mi padre me ama porque doy (para salvar a los hombres) la vida libremente¨(Jn 10,17).

En todas las páginas del Evangelio está patente el amor de Jesús a los hombres y desea para ellos, para nosotros, su gozo, su misma felicidad, ¨para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos¨(Ibid., 17,13). Y le parece poco darnos su alegría, su dicha, por eso pide al Padre para que tengamos su mismo amor y su propia vida ÿ yo les di a conocer tu nombre, y se lo haré conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos¨(Jn 17,26).

Pidamos a Jesús la ayuda para cumplir nuestra tarea diaria, amar a todos para ir haciéndonos hijos de su mismo Padre y compartir gratuitamente con los demás todo lo que Dios nos da gratis en cada momento. Así podremos repetir, con la misma alegría que lo hicieron, Jesús, María y José. ¨Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a El¨(Sal 33,9).


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