Friday, January 30, 2009

B1. Seguimiento de Jesucristo: Abrir las Puertas a Jesucristo






¨¡Pueblos todos, abrid las puertas a Cristo! Su evangelio no resta nada a la libertad humana, al debido respeto de las culturas, a cuanto hay de nuevo (bueno y verdadero) en cada religión. Al acoger a Cristo, os abrís a la palabra definitiva de Dios, a aquél en quien Dios se ha dado a conocer plenamente y a quien el mismo Dios nos ha indicado como camino para llegar hasta él¨ (Redemptoris Missio n. 3).

Muchísimos hombres y mujeres se salvarán sin conocer a Cristo Jesús, pero todos y todas deberán su salvación a Jesucristo. Cuantas personas se esfuerzan por hacer el bien y buscan con sinceridad la verdad, sin darse cuenta van en pos de Jesucristo que es todo el Bien y toda la Verdad. Y todos que lo buscan sin apenas darse cuenta, si lo conocieran, ¡Con cuánta vehemencia lo seguirían!

Necesitamos trato íntimo y prolongado a diario con Cristo, sólo tratándole podemos conocerlo y contagiarnos de sus ansias misioneras. ¡Que todos los humanos se salven! Öh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben¨(Sal 66,4).

¨Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos, por su nombre, se presenta éste, sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros los arquitectos y se ha convertido en piedra angular: ningún otro puede salvar; bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos¨(Hch 4,10-12).

Sólo Jesús Nazareno, el Hijo único de Dios y de la siempre Virgen María, llamado también Cristo, Cristo Jesús, Jesucristo, el Buen Pastor, o Jesús sin más nos puede salvar. El es el único Salvador para todos los humanos en todo el mundo y para todos los tiempos.

Jesús nos puede salvar porque es, a la vez, Dios verdadero y Hombre verdadero.

La vida cristiana es vida sobrenatural, es decir, que con nuestras solas fuerzas naturales no podemos vivirla. Por eso necesitamos la ayuda de la gracia de Dios que nos llega por las sacramentos, la oración, la escucha y obediencia a la palabra de Dios y nuestro esfuerzo diario por ser fieles al Señor.

Quien ora y pide ayuda a Cristo con fe, humildad y constancia, la obtendrá y se salvará. Quien no la pide es que no se quiere salvar, pues sólo con la ayuda de Jesucristo es posible la salvación.

¨Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec¨(Hb 5,8-10).

Ya que debemos obedecer a Cristo para alcanzar la salvación; tratemos de enamorarnos de El, cuanto más le amemos, más ligeros caminaremos en pos suya, pues el amor hace posible y suave la obediencia.

Dice San Agustín que: ¨para el que ama no hay trabajo, y si lo hay, ese mismo trabajo es amado¨.

María de Nazaret es la que mejor nos puede eneñar a amar a Jesucristo, con su ayuda, que está deseando se la pidamos, podemos crecer cada día en el amor al Señor Jesús. El es Vida y Felicidad para todos los que le amamos, ahora y eternamente.


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