Monday, February 2, 2009

B3. Seguimiento de Jesucristo: No Dueños, Sino Simples Administradores






¨Comprendí que no podía tener la sabiduría si Dios no  me la daba; supliqué al Señor y me la concedió¨.

Lo primero que tenemos que caer en la cuenta es que no somos dueños de ningún bien que tenemos o podamos tener, únicamente administradores. El dueño absoluto y soberano es Dios y sólo Dios. La segunda consideración es que Dios tiene todos los bienes, es fuente inagotable. Y El tiene siempre deseos de darnos, muchísimo más que nosotros de recibir, mucho más que todos cuantos bienes le podamos pedir, incomparablemente más, dios sin cesar está dispuesto a darnos.

¨Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios, que a todos da largamente y sin reproche, y le será otorgada¨(St 1,5). ¨No tenéis, porque no pedís; pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones¨(Ibid 4,3). Dos son las causas- según el apóstol Santiago - por las que no tenemos: Porque no pedimos y por pedir mal.

¨A los hambrientos colmó de bienes¨. Debemos tener hambre de Dios, de su verdad, de su amor, de todas sus virtudes. Cuanta más hambre de lo que es bueno tengamos, más acudiremos al único  que puede saciarla. Nosotros somos poca cosa, es más, si obramos únicamente por nuestra cuenta no podemos hacer nada bueno, ¨sin mi no podéis nada¨. Pero todos tenemos unos deseos infinitos - seamos conscientes o no -, de verdad, amor, sabiduría, felicidad etc. Y para satisfacer esos deseos sólo hay uno que tiene todo cuanto podamos apetecer y muchísimo más, inmensamente más. Es el Principio sin principio y el Fin que nunca tendrá fin. El que todo lo tiene, el que todo lo sabe, el que todo lo puede, el único que nos ama con amor infinito. Jesucristo, Dios y Hombre Uno y Tres. El que siempre ha existido y el que también nació en Belén de María de Nazaret,  la siempre Virgen.

No es suficiente con pedir, tenemos que pedir bien, y entre los bienes que podemos pedir a Dios el mejor es la gracia de colaborar con El en todos sus planes.

Dios le dijo a Timoteo, por medio de San Pablo, unas palabras que también ahora hos las dice a cada uno de nosotros: ¨Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé¨(II Tm 1,8b). El Señor no da a todos la misma fuerza, a unos da más que a otros; pero si ponemos todas las fuerzas que tenemos a disposición de Dios, nos irá dando más y más y como una bolsa elástica e irrompible que cuanto más le metes, mayor se va haciendo. Así nuestro corazón, aunque sea pequeño, si nos esforzamos siempre en ser fieles a Jesucristo, cada vez se irá haciendo más grande y más dichoso, y como María y con María la Virgen repetiremos sin descanso, llenos de alegría y felicidad: ¨Proclama mi alma la grandeza del Señor¨.


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