Monday, February 16, 2009

B4. Seguimiento de Jesucristo: Vivencia personal del Reino de Dios






¨Nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo de arriba¨ (Jn 3,3).
¨El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios¨(Jn 3,5).

Ver el Reino de Dios, entrar en el Reino de dios. ¿Qué es? ¿Cómo se consigue? La persona que no se somete a Dios nunca la sabrá, como tampoco conoce la dulzura de la miel quien nunca la ha probado.

Es necesario obedecer a Dios, hacer y decir lo que El quiere, evitar siempre todo lo que le disgusta. Sólo en la plena sumisión al Señor, libre y amorosa, es posible ver y entrar en el Reino de Dios.

¨El que crea y se bautice se salvará. El Que no crea se condenarᨠ(Mc 16, 16).

Creer es entregarse, ponerse totalmente a disposición de Jesucristo, tomar todo el Evangelio y los ejemplos de Jesús de Nazaret como única norma de vida.

El bautismo, para que sea salvador, no basta con recirbirlo en un momento y después vivir olvidados de lo que prometimos al recibirlo. Es imprescindible renunciar a Satanás y a todo que nos impide practicar la verdad y el amor; tenemos que cumplir todo el Evangelio tal como lo enseña el auténtico Magisterio de la Iglesia Católica para alcanzar las promesas de Jesucristo, contenidas todas en esta: ¨la vida eterna¨.

Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y de la siempre Virgen María es nuestro Salvador, nuestro único Salvador, pero El no salva a nadie a la fuerza, quiere que nuestra salvación la aceptemos libre y voluntariamente.

¨El que crea y se bautice se salvará. El que no crea se condenarᨠ(Mc 16, 16).

Somos nosotros los que nos salvamos y también los causantes de la condena.  En nuestras manos está: dicha plena y sin fin o amargura y tormento para siempre.

¨Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos que lo han recibido y creen en su nombre, les ha dado poder para llegar a ser hijos de Dios¨(Jn 1, 11-12).

Puesto que hemos recibido al Señor tenemos poder para llegar a ser hijos de Dios. Ahí está el plan eterno de Dios Padre sobre nosotros, darnos participación de su misma naturaleza divina, hacernos hijos suyos, vivir y gozar para siempre su misma dicha inmensa y sin fin.

No dejemos de aprovechar la grandísima y bellísima oportunidad, que sobrepasa toda ponderación, de hacernos hijos de Dios.

¨Cualquier hombre que cree -en cualquier parte del mundo-, y se regenera en Cristo, una vez interrumpido el camino de su vieja condición original, pasa a ser un nuevo hombre al renacer; y ya no pertenece a la ascendencia de su padre carnal, sino a la simiente del Salvador, que se hizo precisamente Hijo del hombre, para que nosotros pudiéramos llegar a ser hijos de Dios¨. (De los sermones de San León Magno, Papa. Liturgia de las Horas 31 de diciembre)

En la obediencia libre y por amor, en el trato íntimo con El, en la oración continua y fervorosa podemos y debemos conocer a nuestro Padre celestial, la compañía más benéfica y enriquecedora. ¨Gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a El¨.


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