Monday, February 16, 2009

C1. Incorporados a la Iglesia: La Iglesia, una realidad humana y divina






¨Es característico de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos visibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina, y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación, y lo presente a la ciudad futura que buscamos¨ (Sacrosanctum Concilium 2).

Que lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación, y lo presente a la ciudad futura que buscamos.

Es bueno y humano que nos relacionemos con los demás, que nos divertamos y alegramos; pero sin lesionar los derechos de Dios, cuidando de los intereses divinos más que de los nuestros, y tendiendo siempre a que los intereses del Señor sean nuestros únicos intereses y nuestras únicas preocupaciones.

Lo visible de la Iglesia somos todos los cristianos que estamos en este mundo, entre los que hay diferentes oficios o servicios, y lo que la liturgia tiene de sensible. También todas las obras de misericordia.

Entre lo invisible, principalmente la vida de la gracia y ante todo la fuente de la gracia, Cristo Jesús. Hijo del Padre celestial y de María de nazaret la siempre Virgen, que es Dios y Hombre verdadero Uno y Trino. Principio sin principio y Fin que nunca tendrá fin. Una parte de la Iglesia invisible está en el purgatorio sufriendo intensamente, pero con paz y mucha esperanza. Nosotros debemos y podemos ayudarles: con la oración y esforzándonos por cumplir nuestros deberes cristianos. Otra parte de la Iglesia invisible está en el cielo gozando con plenitud y para siempre. Ellos continuamente nos están viendo, y no solamente se enteran de lo que hacemos y decimos, también de lo que pensamos y de todas nuestras intenciones, flaquezas, bondad o malicia. ¨Una nube estorba y el pecado que nos ata y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos¨(Hb 12,1).

Todos nuestros trabajos apostólicos, realizados ante los hombres, y todo lo que hacemos debe estar ordenado y subordinado a la contemplación, -como lo hizo Jesucristo-.

¨Esto quiere decir que Jesús vivía habitualmente en clima de oración, en el seno del Padre (Jn 1, 18). La dedicación contemplativa de los años de Nazaret se prolongó hasta el final de su vida. Así se explica que, responde que ¨la única cosa necesaria (Lc 10,42) es, precisamente lo que está haciendo María¨. (La Oración de los Consagrados, 21a Conferencia Episcopal Española Comisión Mixta de Obispos y Superiores Mayores de Religiosos y de Institutos Seculares 1989).

Toda nuestra vida presente la debemos emplear y gastar en vistas a la vida futura, en la que está la verdad total, el amor pleno, la dicha sin fin, la belleza extasiante. Todo el bien que aquí en este mundo sólo podemos encontrar somo en gotas de rocío y que apenas calienta el sol se evaporan, allá en el cielo, lo tendremos más que en caudalosos ríos, en un inmenso mar sin fondo ni orillas, en el que todo será vivir y gozar dentro del amor más puro y desinteresado.


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