Formar una sola familia con todos los seres humanos, en la única Ley de Amor. He ahí el proyecto de nuestro Dios todopoderoso y Padre lleno de Bondad y misericordia, que sólo desea, con respecto a nosotros, nuestra plena y eterna felicidad.
Arrimar el hombro y colaborar con nuestro Padre en ese plan tan maravilloso es la mejor de todas nuestras tareas y el más fecundo de cuantos trabajos hayamos hecho y podamos hacer en esta vida, pasajera y caduca, pero en la cual se gesta y prepara la vida plena y sin fin, llena y desbordante de felicidad, de sabiduría, de belleza y amor puro y desinteresado, libres de todas las ataduras y mezquindades que aquí no logramos desasirnos del todo.
Si es cierto que en esta vida gestamos nuestra plena y eterna felicidad acatando la voluntad divina, también es cierto que si nos negamos a colaborar con Dios, renunciamos a la felicidad, a todo bien y así mismo nos autodestruimos.
No tenemos más que dos alternativas: felicidad plena y sin fin o tormento y remordimiento por siglos y siglos eternos.
Según la dirección que llevamos, ya en esta vida se empieza a gustar, siquiera un poquito, lo que será al final.
Las cosas importantes necesitan atención esmerada, las improvisaciones de última hora son peligrosas y muy expuestas al fracaso.
¨Si alguno quiere salvar su vida, la perderá; en cambio si pierde la vida por mi y por el Evangelio, la salvará¨(Mc 8,35).
Si no ponemos cuidado y atención muchos de los actos de nuestra vida pueden ser: rutina, respetos humanos, buscarnos a nosotros mismos...
Si haces alguna visita a Jesús sacramentado cuando nadie se da cuenta, será perder un poquito de tu vida por Cristo y crecerá tu fe; si cuando estás en tu cuarto estudiando o en tu oficina trabajando dedicas un rato a adorar a Dios, allí que sólo El te ve, eso será perderlo por Jesucristo y gestarás felicidad, si dedicas tiempo para aydar a consolar a los que no te pueden corresponder porque ni siquiera se dan cuenta que les ayudas, eso será perderlo por Jesús de Nazaret, Dios y Hombre a la vez, y caminar en dirección de la plena y eterna felicidad.
María Santísima, que fue la persona que perdió toda su vida por Cristo y el Evangelio y que ahora está, en cuerpo y alma, con su Hijo Jesucristo, gozando la dicha inmensa que ni disminuye ni acabará, nos enseñe y ayude a hacer lo mismo.
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