Monday, February 16, 2009

C3. Incorporados a la Iglesia: El perdón de los propios pecados






¨Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces¨(Sal 51,6).
¨Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: Confesaré al Señor mi cumpla. Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado¨(Sal 32,5).

Mientras vivimos en la tierra, a no ser por un privilegio especialísimo, todos somos pecadores. Jesucristo mismo lo confirma al enseñarnos que en la oración de cada día pidamos siempre perdón: ¨perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden¨(Mt 6,12).

No debemos desanimarnos por nuestros fallos y pecados, basta que los reconozcamos y detestemos humildemente ante Dios. El Señor mismo nos da la pista para que lo encontremos siempre dispuesto a perdonarnos, por muchos pecados e infidelidades que hayamos cometido. ¨Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados¨(Si 28,2).

¨Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas¨ (Mt. 6, 14-15).

Un camino para ir al cielo es perdonar, quien perdona será perdonado.

Nuestros pecados, si cada vez que nos damos cuenta haberlos cometido, y aún no están perdonados, los reconocemos pidiéndole ayuda al Señor para mejorar, no impiden nuestra amistad con Dios; antes bien nos ayudan a ser humildes, a desconfiar de nosotros mismos y a poner toda la confianza en el Señor pues El es quien salva.

El medio mejor para que se nos perdonen los pecados y para que vayan disminuyendo es la confesión sacramental frecuente; ella quita los impedimentos para que la Eucaristía produzca todos sus frutos.

 Cuando tenemos un vestido recién estrenado cuidamos más de no ensuciarlo, un solo excremento de mosca que le caiga ya nos da pena; pero cuando lo hemos llevado tiempo y está para echarlo a lavar apenas nos preocupa que reciba un gran lamparón. Así nosotros, recién confesados evitamos mejor las infidelidades que cuando llevamos tiempo largo sin confesarnos.

A los clérigos, ¨se aconseja... accedan frecuentemente al sacramento de la penitencia... (Derecho Canónico c. 276).

¨De acuerdo con la norma del derecho propio, los Superiores han de mostrarse solícitos para que los miembros dispongan de confesores idóneos, con los que puedan confesarse frecuentemente¨(Ibid. c. 630).

¨Tengamos, pues, en gran estima la frecuente confesión de nuestros pecados, el examen de conciencia diario y la dirección espiritual.  (Const. 106).

Cuando más frecuentemente nos confesamos más fácilmente podremos imitar la pureza de Jesús y María de Nazaret.


No comments: