Tuesday, March 10, 2009

E1. A Cristo por María: La familia de Jesús






Toda persona inteligente obra siempre con un fin y nunca al buen tuntún, a lo que salga... sino que discurre: De dónde vengo y a dónde voy; quién soy yo, qué camino tengo que tomar, cómo debe ser mi comportamiento, etc.

Dios que es el Ser más inteligente, o más exacto, la Fuente única de toda la inteligencia, también obra siempre con una intención; pero no es que copie nada de los hombres inteligentes, al contrario, somos nosotros, pobres criaturas, quienes estamos obligados a imitar al Señor. El es el Hacedor que nos ha hecho ¨a imagen y semejanza suya¨. Toda la inteligencia y sabiduría del ser humano consiste y consistirá siempre: en conservar y embellecer continuamente, haciéndola cada vez más nítida y perfecta, la imagen de su Creador.

Dios nuestro señor está y ha estado eternamente enamorado de los hombres, y como el amor tiende a igualar ¨quiso hacerse hombre, uno como los demás¨. Le encantó nacer de una mujer, casada con un hombre santo y vivir ya desde niño en el seno de una familia cuyos lazos más fuertes fuesen: el amor, la verdad y la obediencia. Lazos que lejos de romperse o debilitarse fueron fortaleciéndose, hasta llegar a ser infinitamente irrompibles y de una belleza insuperable e inigualable.

Dios nos llama a la existencia para realizar libremente una tarea. Es normal en Dios dotar a las personas que trae a la vida de todas las virtudes, fuerzas y dones que necesitan para realizar la obra que él quiere para todas y cada una de ellas.

El hombre es libre para decir a Dios ¡Sí! u tiene también la tremenda capacidad de poder decirle ¡No!. Pero sólo colaborando con el Creador, diciéndole ¡Sí!, se irá realizando, será cada vez más libre, tendrá paz y alegría en el corazón y llegará a la plena y eterna felicidad.

Dios al pensar hacerse hombre, sin dejar de er lo que era, quiso nacer de madre virgen casada con un hombre virgen para que hiciera las veces de padre suyo en la tierra. su nombre es José y el nombre de la Madre del Hijo de Dios y Dios mismo es María, la siempre Virgen.

De este matrimonio, José y María, el Niño Dios y Hombre, llamado, Jesús, debía recibir: alimentación, protección, educación, amor y total entrega y dedicación a la eterna misión traída del cielo para realizar en la tierra y, una vez consumada, sublimarla en el cielo y gozarla infinitamente y sin fin en la casa del Padre.

Desde el inicio de su existencia, María es la persona que más ha recibido -con mucho- del Creador. y después de María es José ¨el hombre justo¨el más favorecido por el Señor. Pero también sus tareas, que son las más bellas, no dejan de ser las más exigentes de todas -sin contar a Jesús-. ¨A quien mucho se le dio mucho se le pedirá¨.

José y María aceptaron libremente y con sumo gusto su tarea, y desde el primer momento se esforzaron por poner lo que estaba a su alcance, confiando en el Señor y pidiéndole sin cesar que realizase lo que ellos no podían.

Nunca pusieron peros ni dificultades a Dios, al contrario, la voluntad divina fue la norma continua de su obrar, la fuerza para vencer todas las dificultades y problemas -los tuvieron grandes y fercuantes- y la paz y gozo llenaron sus corazones. No tenían el corazón dividido y todas sus fuerzas estaban canalizadas a realizar en todo momento lo que su Dios quería. ¨María constestó: aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra¨, ¨y José hizo tal como el ángel le había mandado¨.

Mucho antes de que San Agustín escribiese las palabras que el Concilio de Trento hizo suyas: ¨Haz lo que puedas, pide lo que no puedas y Dios te ayydará para que puedas¨, ellos, José y María, vivieron haciendo siempre todo lo que podían para realizar con perfección la voluntad de Dios, pidiendo la ayuda de lo alto, cada día y, a veces, cada momento, en lo que era superior a sus fuerzas y dejando todo en manos de la divina Providencia.

José y María sabían y creían que Dios -en lo que está de su parte-  jamás deja de cumplir lo que promete. El matrimonio más privilegiado, el más querido por Dios siempre guardaron íntegra la fe, a pesar de no faltarles las pruebas y ser muchas de ellas, según el entendimiento humano, incapaces de cumplir hasta para el mismo Dios. les tocó sufrir y trabajar mucho, pero gozaron mucho más. De todos los matrimonios que han existido y existirán ninguno tan feliz como el de José y María la siempre Virgen. El secreto está en su fidelidad inquebrantable para con Dios y en el cumplimiento de la tarea de cada día. El deber cumplido siempre da paz y alegría sana, incluso en las pruebas y en los días de grandes tormentas.


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