Quien se precie de ser hijo de la Iglesia católica o quiera de verdad llegar a serlo, ya tiene delineada su tarea: Reconciliarse con Dios, esforzarse continuamente por tener una amistad creciente, amorosa, íntima con el Señor, renunciando a todos los falsos dioses, a nuestras seguridades personales, muriendo sin cesar a todo que no sea conforme con la divina voluntad, y aceptando como único Dios al Padre de nuestro Señor Jesucristo. El mismo que nació en Belén, de María de Nazaret, la siempre Virgen.
Reconciliación consigo mismo. Mi cuerpo con sus sentidos, el alma con sus potencias, todo lo positivo y negativo que tengo lo acepto Señor, y te doy gracias por las pruebas que he tenido que pasar y las enfermedades que sufrir. No te puedo dar gracias por los pecados que he cometido; pero te agradezco las enseñanzas que en cada tropiezo y en cada caida me has dado, ä los que aman a Dios todo les sirve para el bien¨.
Reconciliación con todos los hombres y mujeres de todos los lugares y condiciones y de todos los tiempos. Los que ya han partido a la casa del Padre, tanto los que convivieron con nosotros o aquellas personas que conocimos por la Historia, nuestro deber cristiano nos pide olvidar todo lo negativo que pudieron tener y copiar las virtudes, válidas para nosotros, que ellos y ellas tuvieron. Aceptar tal como son a los hermanos con quienes nos toca tratar, y amar a todos, cercanos y lejanos. Reconociendo todos sus derechos y esforzándonos por no lesionarlos en ninguno de ellos, al mismo tiempo rogando cada día por todos, sin olvidar nunca que nuestra mejor ayuda es dar buen ejemplo viviendo siempre como Dios quiere.
Para las generaciones futuras tenemos la obligación de luchar a fin de dejarles un mundo más humano y más fraterno que el que encontramos nosotros.
Reconciliación con todo lo creado. La creación entera existe para bien del hombre, ¨todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios¨. El buen uso de la criaturas irracionales pide que sea en beneficio de todos los hombres, en cuanto de nosotros depende no lo olvidemos nunca.
Dios ama a todas las criaturas, amándolas nosotros nos reconciliamos con ellas. Bendito seas Señor por el frío, alabado seas por el calor, ensalzado por la lluvia, glorificado por el viento. Gracias Señor por la salud y también por la enfermedad, ya que aceptando el dolor por agradarte nos ayuda a crecer siempre en el amor.
Renunciar muchas veces a lo que nos agrada y hacer sin cesar lo que nos conviene es imposible con nuestras solas fuerzas. Pero Jesucristo nos dice: ¨Pedid y se os dará; buscar y hallaréis; llamad y se os abrirá¨. (Mt 7,7).
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